En su primer viaje oficial como esposa del Príncipe Guillermo, Catalina de Cambridge se enfrentaba a muchos retos: demostrar su valía, cumplir con el protocolo y proyectar una buena imagen de sí misma y del Reino Unido, al que ahora representa. Pero en los cuatro días que lleva en Canadá, la duquesa ha conseguido eso y algo inimaginable tan pronto: superar con creces la memoria de la «princesa del pueblo», Lady Di.
Las comparaciones entre ambas nunca han sido del todo justas (su historia y su procedencia no podrían ser más diferentes: Diana se casó siendo casi adolescente tras un romace exprés; Catalina, a los 29 años y tras un largo noviazgo; Diana procedía de la aristocracia, Catalina no. Pero en este momento, la comparación procede. Allá por donde va genera una expectación propia de una estrella, como un imán, al igual que la malograda Diana tras convertirse en Princesa, y con el mérito añadido de superar su leyenda. Un ejemplo: en su segundo día en tierra norteamericana, unas 400.000 personas se se agolparon a los alrededores de la sede del Parlamento canadiense en Ottawa para presenciar la llegada en carruaje del príncipe Guillermo y Catalina en el el 144 aniversario del país.
Cuestión de imagen
¿Y cómo es que los canadienses adoran ya a Catalina? Gracias a su calidez y a una gran habilidad a la hora de establecer una conexión con el pueblo. La duquesa sabe perfectamente lo importante que es la imagen hoy en día, y para su primer viaje oficial ha seleccionado un vestuario perfecto hasta el último detalle, todo bajo su criterio y sin la ayuda de ningún estilista.
Aterrizó en Canadá con un bonito vestido de encaje azul marino de la colección Resort 2012 del diseñador canadiense Erdem Moralioglu (afincado en Londres y muy de moda entre las «celebrities» de Hollywood): un 10 en vestuario y primer guiño a los canadienses. Sus formas, también impecables.
Pero la gloria llegó al día siguiente, en las celebraciones del Día Nacional: Catalina optó por un conjunto patriótico y «chic» al mismo tiempo, con un vestido blanco (el que lució en las fotografías oficiales de su compromiso con el Príncipe) de la firma británica Reiss, tocado rojo en forma de hoja de arce diseñado por Sylvia Fletcher y zapatos de tacón rojos. La duquesa llevaba los colores de la bandera canadiense y el símbolo del país, con un look fabuloso, y todo ello reciclando vestido. Otro sobresaliente.
Por la noche, optó por un vestido púrpura de su marca de cabecera Issa con un broche en forma de hoja de arce en diamantes: sumando más puntos. Para la tradicional plantación del «árbol del amor eterno» en la casa del gobernador de Canadá, Catalina apostó por un vestido en tono gris de la británica Catherine Walker (una de las favoritas de Lady Diana, curiosamente) que realzaba su magnífica figura y zapatos de Tabitha Simmons. Otro punto a su favor: Catalina apuesta por firmas «high street», no tan exclusivas como las casas de lujo, pero sí más especiales que las grandes cadenas de ropa.
Más aún: para su llegada a Quebec, la duquesa volvió a confiar en Erdem, esta vez con el vestido «Jaquenta» de la colección, y los mismos tacones «nude» Sledge L. K. Bennett de su primer día. El último look que nos ha llegado es el vestido «Vanessa», de Joseph, para su visita a Fort Levis en Levis (Quebec) y para entonces, Catalina ya se había deshecho de la larga sombra del recuerdo de Diana. El papel de la moda en una viaje oficial podría parecer una frivolidad pero en este caso, la duquesa ha sabido utilizarla para establecer una conexión con el pueblo canadiense, ofreciendo una imagen de naturalidad y «glamour».
Sobra decir que todos sus looks se han agotado ya de las tiendas.
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