Se quedó aterrada esta tarde Liv Ullmann, una de las principales musas de Ingmar Bergman, cuando Mario Vargas Llosa dijo en la grabación de un popular programa de la televisión estatal sueca (Skavlan, como su presentador) que su experiencia con la actriz, en un jurado del festival de Berlín, había sido "aterradora".
Lo explicó en seguida el premio Nobel de Literatura, pero en esos segundos que se quedó la palabra en el aire los ojos purísimos y azules de la actriz, que ahora tiene 72 años, dos menos que el escritor, permanecieron abiertos como perlas.
Lo que dijo Vargas Llosa fue que, durante esos días de jurado, Liv, que era la presidenta, impuso reglas tan estrictas, normas tan exactas sobre algunos de los elementos de los que había que partir para evaluar los filmes, que en algún momento "desapareció para mi el encanto de las películas" para ocuparse tan solo de la luz y de los efectos especiales, además del sonido o la vestimenta.
Entre bromas discurrió esa parte de la conversación conducida por uno de los más populares presentadores suecos (de origen noruego: en Noruega también se ve el show); y siguió el encuentro ya por cuestiones mucho más serias. Por ejemplo, ¿por qué escribe Mario acerca de las dictaduras? La "dictadura" de Liv Ullmann en aquel jurado era llevadera, pero otras dictaduras le han perturbado siempre, y por eso escribe de ellas. Desembocó la reflexión en la figura del padre, a quien Mario conoció cuando creía que estaba muerto. Y con él vivió una experiencia ahora sí realmente aterradora, pues le sacó del paraíso en el que vivió diez años con su madre.
Como ha contado muchas veces Mario Vargas Llosa, y reiteró en su discurso de aceptación del Nobel, esa experiencia le condujo, sin duda, a la literatura, que le salvó de la opresión que significó la figura del padre. Cómo no, el presentador le preguntó por su riña con Gabriel García Márquez, que fue su amigo; él ha llegado al acuerdo, dijo, con el escritor colombiano de no hablar jamás de ese incidente (en virtud del cual, le recordó el periodista, le dejó "un ojo morado" al autor de Cien años de soledad) "para dejarle algo misterioso a los biógrafos" que tengan ambos, y tampoco quiso decir nada, por tanto, del "ojo morado"...
Liv Ullmann sigue teniendo el aspecto con el que aparece en cintas históricas de Bergman; ayer estaba radiante y en forma; cuando se recuperó del susto que le dio aquella palabra de Mario Vargas Llosa ("aterradora": el presentador le había pedido que definiera con una palabra tan solo su experiencia con la actriz en el jurado de Berlín), ya recuperó ese aspecto entre juvenil y maduro que le ha ido dando la vida; ahora tiene el aire de una Katharine Hepburn bastante juvenil, sonriente y feliz; y sonrió felizmente cuando Mario habló de su relación con Patricia, su mujer, y con sus hijos, de la que ya había hablado en su discurso de Nobel. Al final la actriz le dijo al Nobel: "Es usted un sabio. Me encanta escucharle".
Le escuchó muy atentamente. Y no sólo ella se dio cuenta de que a Mario Vargas Llosa le falla la voz, "después de todos los excesos verbales que he cometido estos días". Un enorme aplauso recogió el momento en que la actriz y el escritor (que también ha sido actor) se abrazaron ante la mirada complacida de Frederick Skavlan.
JUAN CRUZ - Vía El País
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